Cábala y mujer.
July 11, 2007 at 4:29 pm 1 comment
“El amor y el sexo son creación de Dios. Cuando una mujer ama y posee a un hombre es como si edípicamente amara a Dios, y reafirmara su poder inmanente, su omnipresencia ambigua, su cualidad de creador de todas las cosas”-.
Y añade:
“En ese acto de poseer y ser poseída, vuelve a repetirse la magia de la costilla bíblica que frota la chispa del deseo y busca matar la soledad intrínseca con que nacen todas las criaturas adánicas. “El hombre será tu deseo”, condenó Dios de esa forma a la mujer, después que ésta se dedicó a coquetear con Lucifer”.
¿El deseo de la mujer es poseer al hombre o es al contrario?--le pregunto.
Lo es. Si, pero un deseo emblemático que transfiere la posibilidad de eliminar la soledad adánica ya no como un ofrecimiento único y personal reservado al goce del cuerpo de la mujer sino por la creación y reproducción de otros seres que le sirvan de compañía y solaz al hombre.
¿Y la mujer para el hombre que es?- le pregunto-
Un parche, una necesidad volitiva.
¿Un objeto?-le digo-
Sí, pero un objeto que da sentido a la vida del hombre, lo redime de la soledad, del abismo de la nada, del silencio y el anonimato. El hombre no se basta por si solo, por eso necesita de Dios y de la mujer. El pecado de la mujer en el arquetipo de Eva se inicia en la idea de prescindir de Dios y de Adán y revelarse contra el destino y naturaleza por lo cual fue creada. Ese es su pecado. Por eso, Dios tuvo que condenarla, a desear al hombre.
Rabino, ¿No contradice eso la creencia del libre albedrío, la facultad que nos hace posible elegir entre lo bueno y lo malo, y por otro lado, la propia narración del talmud que especifica cómo Dios creó el varón y la hembra a su propia imagen y semejanza?
“De ninguna manera. Si la criatura puede prescindir de Dios, vivir o sobrevivir sin él y su divino orden que sostiene el universo que vemos y habitamos, entonces sí existiría contradicción”
Me despido del rabino. Y mientras recojo mi bolso y algunos libros que me ha regalado, le noto escudriñando el sugestivo saliente triangular de mis pechos. Le dejo allí sentado en su sillón, rodeado de libros, rollos y papeles amontonados sin ningún orden, conmiserándole de la posible larga lista de deseos reprimidos que su religión le obliga a soportar. Al darme la vuelta, sus ojos siguen sin disimular, el zigzagueo de mis nalgas que al carecer de panties se mueven libres y en cadencia con cada paso dado. Cierro la puerta sonriente, mientras recuerdo la frase que Alex, mi amigo homosexual, siempre repite: “La mujer es el castigo del hombre“
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1. Víctor Manuel Ramos | July 13, 2007 at 2:24 am
Genial. Habrá que imaginarse qué haría el pobre rabino onanista para consolarse después de tu salida.