Recuerdos en la memoria inmediata.

September 16, 2007 at 7:39 pm 1 comment

En un abrir y cerrar de ojos se puede apelar al recuerdo vivo de algún ser entrañable. Ser que ha dejado huellas de amor y buena voluntad en el vivir nuestro de cada día. Siendo que la amnesia es imposible entre seres normales, pues la mente no es un disco duro del ordenador que se puede borrar y limpiar de todo contenido medalaganariamente, algo queda fijo e imborrable en la memoria inmediata, para bien o para mal.

¿La ausencia es el olvido? No. El olvido es muerte, y la muerte es ausencia de amor, confusion del ser, lapsus de la memoria acorralada por sombras de duda y odio. La separación física no indica necesariamente olvido, como lo ilustra el mito de la Penélope fiel . Pueden atarse los deseos a un recuerdo, puede cifrarse en el otro la fe del vivir , la certeza de lo que somos y seremos, el destino que tanto buscamos.

¿Se puede hablar de indiferencia en el cariño? La indiferencia es a veces sólo un mecanismo de defensa con el que intentamos justificar la adversion al riesgo. Y aquí entiendo el riesgo como la apuesta por el otro al amarlo, y desvirtuando cualquier condición que predisponga o prejuicie ese cometido. “En odiar no hay riesgo, porque se apuesta a lo seguro”, me decía Doña Indira, maestra de Moral y Cívica en la preparatoria.

La indiferencia hacia los seres que amamos es una verdadera encrucijada: no queremos deshacernos del ropaje del amor, tampoco ceñirnos del todo con sus vestiduras. Queremos recibir, pero dudamos en dar. O damos, condicionando recibir del otro, sólo lo que se nos antoje meritorio. El ciclo inútil proveniente del miedo a dejarnos llevar por la fuerza del cariño que inspira otro ser, puede romperse con un “ya basta”, un “hola que tal” al teléfono, una saludadita por el chat, o escribiéndo un email que diga al menos: “Estoy pensando en ti”. Hablo aquí del cariño que se restaura por y para nosotros, por y para otros. Hablo del amigo, el amante, de alguien de la familia y quienquiera que merezca amor. O quizás, sin agregar más nada, copiamos el siguiente poema de Celaya, se lo enviamos en una cartita y permitimos que esos versos obren el milagro.

Cuéntame cómo vives – Gabriel Celaya
(En Poesía, Gabriel Celaya – Alianza Editorial, Madrid, 1997)

Cuéntame cómo vives;
dime sencillamente cómo pasan tus días,
tus lentísimos odios, tus pólvoras alegres
y las confusas olas que te llevan perdido
en la cambiante espuma de un blancor imprevisto.

Cuéntame cómo vives.
Ven a mí, cara a cara;
dime tus mentiras (las mías son peores),
tus resentimientos (yo también los padezco),
y ese estúpido orgullo (puedo comprenderte).

Cuéntame cómo mueres.
Nada tuyo es secreto:
la náusea del vacío (o el placer, es lo mismo);
la locura imprevista de algún instante vivo;
la esperanza que ahonda tercamente el vacío.

Cuéntame cómo mueres,
cómo renuncias -sabio-,
cómo -frívolo- brillas de puro fugitivo,
cómo acabas en nada
y me enseñas, es claro, a quedarme tranquilo.

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  • 1. Francisco Ortiz  |  September 19, 2007 at 7:53 am

    Qué buena entrada, qué buen poema has elegido. Leerlos es como estar en café, al lado de un ventanal, oyendo la voz de un amigo/a. Un abrazo.

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